En España, más de cuatro millones de personas viven con algún tipo de discapacidad. Y aunque solemos hablar mucho de igualdad, integración y derechos, la realidad es que todavía nos queda mucho por hacer. Especialmente cuando se trata de algo tan básico como entrar y moverse con normalidad por un edificio público. Dar accesibilidad a este tipo de edificios es una obligación. Y, más aún, una cuestión de sentido común.
Hablamos de centros de salud, bibliotecas, ayuntamientos, colegios, estaciones de tren, museos… Lugares que todo el mundo, absolutamente todo el mundo, deberíamos poder usar sin depender de nadie.
La accesibilidad comienza a pie de calle
Muchas veces relacionamos la accesibilidad con el interior del edificio. Pero lo cierto es que empieza mucho antes de cruzar el umbral de la puerta. ¿De qué sirve tener rampas o ascensores dentro, si llegar a la entrada ya es una odisea?
Para empezar, el entorno del edificio tiene que estar adaptado. Las aceras deben tener una anchura mínima de un metro y medio y estar libres de obstáculos: farolas mal colocadas, papeleras, señales, escalones… Todo eso puede hacer imposible llegar en silla de ruedas, con un caminador o con un bastón.
Otra cosa a tener en cuenta es el tema del aparcamiento. Si el edificio tiene parking propio, debe contar con plazas adaptadas, con un tamaño mínimo de 5 metros de largo por 3 de ancho. Y si no existe ningún garaje, esas plazas deben estar en la calle, pero justo delante (o muy cerca) de la entrada principal.
También es muy importante que haya rutas peatonales bien conectadas con el transporte público más cercano. Y, por cierto, deben estar señalizadas de forma clara.
Todo estos puntos deben formar parte de la accesibilidad de edificios públicos, aunque a veces se nos olviden.

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Una entrada sin barreras
Una vez llegamos al edificio, la entrada principal tiene que ser cómoda y práctica para todos. Eso significa una puerta de al menos 1,20 metros de ancho, sin escalones y con espacio suficiente a los lados, mínimo 1,5 metros, para que una silla de ruedas pueda maniobrar con facilidad. Por otro lado, las puertas automáticas son una gran ayuda. Si hay que empujar una puerta pesada o girar un pomo, ya estamos añadiendo barreras innecesarias.
Además, todo el acceso debería estar bien iluminado y señalizado. Si es posible, debería contar también con suelos antideslizantes y bandas táctiles para personas con discapacidad visual.
Viendo cómo es la entrada de un edificio, te das cuenta de si este es accesible o no.
La accesibilidad en el interior es mucho más que tener pasillos anchos
Una vez dentro, es importante que todas las zonas del edificio sean utilizables por cualquier persona. Esto incluye pasillos de al menos un metro de ancho, puertas igualmente amplias y espacios libres para girar y maniobrar. Los baños adaptados deben tener, como mínimo, 12 metros cuadrados. Inodoro sin pedestal, lavabo suspendido, barras de apoyo, grifería fácil de usar, espacio suficiente para entrar con silla y acompañante…
Y eso no es todo. También hay que cuidar los detalles: el mobiliario debe estar a una altura cómoda, los carteles informativos tienen que incluir braille y pictogramas, la megafonía debe ser clara para quienes tienen baja visión, y los bucles magnéticos son imprescindibles para las personas que usan audífonos.
En resumen, no se trata solo de cumplir una normativa. Se trata de diseñar espacios pensando en diferentes realidades.
¿Hay escaleras? Se necesita otra alternativa
Uno de los grandes retos cuando hablamos de accesibilidad de edificios públicos son los desniveles. Las escaleras, por sí solas, excluyen. ¡Aunque solo se trate de un único escalón! Por eso, todo edificio público con varias plantas o diferencias de nivel debe ofrecer alternativas reales.
Las rampas son una solución eficaz para pequeños desniveles, pero ten en cuenta que deben tener la inclinación adecuada. No todo vale. Si son demasiado empinadas, no ayudan. Si no tienen barandillas, pueden ser peligrosas.
Evidentemente, cuando hablamos de una mayor altura, lo ideal son los ascensores o las plataformas verticales. Esta últimas funcionan muy bien en espacios reducidos y cuando el desnivel no es de muchos metros.
Pero más allá del tipo de solución, lo importante es que esta sea sencilla de usar, que esté bien integrada en el recorrido habitual del edificio y que , sobre todo, sea segura.

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¿Qué características tiene un ascensor accesible?
Un ascensor pensado para todo el mundo debe tener unas dimensiones mínimas: 1 metro de ancho por 1,25 metros de profundidad. Esas dimensiones no son casuales. Es el espacio necesario para que una silla de ruedas entre con acompañante. El acceso a la cabina debe estar despejado. No deben haber ningún tipo de obstáculo que haga complicado meterse en el ascensor. Como mínimo, debe tener un metro libre para poder maniobrar sin dificultad.
Las puertas automáticas son fundamentales. Nada de puertas que haya que abrir a mano o que se cierren demasiado rápido. Una vez dentro, el suelo debe ser antideslizante. La botonera debe estar a una altura de no más de 1,20 metros desde el suelo, y deben colocarse pasamanos a los lados para mayor seguridad. También es muy útil que haya un espejo que permita ver si la silla ha entrado completamente y facilita el giro.
Todos estos requisitos no son un capricho. Es lo que se necesita para que un ascensor pueda ser usado con normalidad por cualquier persona.
Hacer que un edificio público sea accesible no es únicamente cumplir con la ley. Es una forma de construir una sociedad mucho más justa. De hecho, la accesibilidad de edificios públicos nos afecta a todos. Personas con movilidad reducida, abuelos, carritos de bebé, personas con lesiones temporales, problemas de visión o audición… Por lo que crear espacios sin barreras no solo mejora la vida de quienes más lo necesitan. Nos mejora como sociedad.
En Inelsa Zener, trabajamos precisamente para eso: para adaptar los edificios a las personas. Con rampas, ascensores, plataformas verticales, salvaescaleras y soluciones a medida para cada espacio. Porque nadie debería quedarse fuera por culpa de una barrera arquitectónica.¿Gestionas un edificio público y necesitas mejorar su accesibilidad? Nosotros te ayudamos.