Parece mentira pero, por fin, hemos llegado a julio y con él han aterrizado las tan esperadas vacaciones. Sabemos que estos meses de verano, cuando aún el covid está haciendo acto de presencia, no están para hacer viajes muy largos, pero Portugal lo tenemos a tiro de piedra, y es un gran país para visitar. ¿A quién no le apetecería pasar unos días en su espectacular capital o callejeando por las encantadoras calles de Cascais o Sintra? Si al final os decantáis por Lisboa, existe un ascensor, famoso en todo el mundo, que hace las delicias de aquellos que viajan a tan hermosa ciudad: el Elevador de Santa Justa.
En diciembre del año 2020 hicimos un artículo sobre los ascensores urbanos en el que hablábamos sobre la complicada orografía de los municipios en los que sus barrios se encuentran a diferentes alturas. El uso del ascensor no se limita únicamente a edificios, tanto públicos como privados. Los ascensores también dan accesibilidad a todos aquellos que tienen problemas de movilidad, que deben desplazarse en silla de ruedas, usan cochecitos de bebé o van a la compra con carrito.
Volviendo a Lisboa, uno de los ascensores urbanos más conocidos del mundo es el Elevador de Santa Justa. Como todos los ascensores que podemos encontrar mientras andamos por la calle, une dos barrios, en este caso el de la Baixa y el Chiado, de la capital portuguesa. Los orígenes de dicho elevador se remontan a comienzos del S.XX, en particular al 10 de julio del 1902, momento en el que se inauguró. Inicialmente fue un ascensor que funcionaba a vapor, pero la maquinaria original dio paso a los motores eléctricos a finales del 1907.
Lo que en un principio fue un ascensor para unir dos barrios, separados entre sí por un desnivel de 32 metros, se ha convertido, junto con los tranvías, en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad.
Siguiendo la moda de la época, desde que se construyó la Torre Effiel en el año 1889, Raoul Nesnier du Ponsard diseñó la estructura del Elevador de Santa Justa íntegramente de hierro. Cuenta con una altura de 45 metros en total. La parte más alta está coronada por un hermoso mirador, al cual se accede a través de una escalera helicoidal desde donde se puede tomar una cerveza mientras se disfruta de las vistas del Castillo de San Jorge, la plaza del Rossio y el barrio de la Baixa. La decoración del armazón es de estilo neogótico, y cuenta con un diseño diferente en cada uno de sus niveles. En su interior, dos cabinas de madera con relucientes apliques de bronce, y con capacidad para 20 personas (aunque en el trayecto de bajada solo admiten 15), realizan viajes sin descanso.
En la actualidad, el ascensor ha perdido su funcionalidad como medio de transporte para los lisboetas, dando paso a ser solo una atracción turística para todos aquellos que visitan la ciudad. Las largas colas de espera, así como el hecho de que se debe pagar por realizar el trayecto, han sido la causa de que el ayuntamiento haya instalado unas escaleras mecánicas con las que unen, de forma gratuita, ambos barrios.