La Torre Eiffel, una de las estructuras hechas en hierro más grandes del mundo, fue construida en el año 1887 en conmemoración de la Exposición Universal que tuvo lugar en París en 1889. Con unos impresionantes 324 metros de altura y 125 metros de lado, este monumento es visible desde toda la ciudad, y es visitado por más de 7 millones de turistas todos los años.

 

 

La Torre cuenta con tres niveles: en el primero se puede visitar un pequeño museo donde admirar su historia desde su construcción hasta la actualidad. Tanto en éste como en el segundo piso es donde se encuentran los restuarantes y los buffets para poder tomar un tentempié mientras se admira de unas vistas increíbles de la ciudad. En la tercera planta, a 276 metros de altura, hay un mirador y una champañería dónde poder degustar el auténtico champán francés a una altitud de vértigo.

 

 

Debido a la altura de la estructura, subir hasta lo alto es una hazaña al alcance de unos pocos, por lo que Gustave Eiffel, el ingeniero que diseño la Torre, ideó inicialmente 5 ascensores de pasajeros (6 en la actualidad) que hacían la visita mucho más llevadera.

La construcción de ascensores para llegar al primer nivel fue relativamente sencilla, ya que las cuatro patas de la Torre eran tan anchas en su parte inferior, que pudieron albergar las guías verticales, donde apoyar la cabina de cada uno de los cuatro ascensores hidráulicos que se construyeron en 1889, y que fueron mejorados y modernizados 10 años después. En los años 80 se cambiaron por modelos eléctricos mucho más seguros, y se añadío un montacargas de cuatro toneladas en el pilar orientado hacia el Sur.

 

 

El quinto ascensor, también hidráulico, entró en funcionamiento el primer año en el que la Torre Eiffel se abrió al público, y se instaló para llevar hasta el segundo y tercer nivel a los visitantes. Este ascensor fue un hito de la ingeniería, ya que éste contaba con pistones ni más ni menos que de 80 metros de longitud, que se accionaban con una bomba hidráulica. El problema con el que contaba este elevador es que únicamente podía estar en funcionamiento en verano, ya que en temporada de frío, se acababa congelando el interior de los pistones. Todo aquel que visitaba la Torre, si lo hacía en invierno, tenía que subir hasta la zona más alta de la estructura, a pie. En 1983, se optó por reemplazarlo por uno eléctrico. Actualmente se pueden ver, tanto los pistones como la bomba hidráulica, en el museo del primer piso.

 

 

Como podemos imaginar, los ascensores son posiblemente la parte más importante de la vida cotidiana de la Torre Eiffel. Si sumásemos la distancia, en metros, que recorren cada año, equivaldría a dar la vuelta al mundo dos veces y media. Es por esta razón que hay todo un equipo de técnicos y equipos de vigilancia, que supervisan los ascensores a través de sistemas informáticos de última generación, realizan el mantenimiento periódico cambiando piezas, engrasando la maquinaria, monitorizando el recorrido,… Todas las mañanas, antes de que esta famosa atracción turística abra sus puertas al público, todos los elevadores realizan varios viajes vacíos, para garantizar el buen funcionamiento y la seguridad de los turistas que los usan a diario.